domingo, 27 de mayo de 2007

El ajedrez beneficia a niños y jóvenes

Javier Vargas Pereira

El próximo mes de septiembre México será sede del Campeonato Mundial de ajedrez. El acontecimiento concitará la atención de todos los aficionados del mundo, pero sobre todo de niños y jóvenes. El ajedrez es un juego. Los juegos son esenciales para la formación de los niños. Los hay de muchas clases, pero no todos son recomendables. En tanto juego de inteligencia, el ajedrez es el más útil y edificante de los pasatiempos porque, además de ser una disciplina mental, enseña a competir con hidalguía y a manejar con objetividad tanto los éxitos como los fracasos. Las piezas son símbolos cuyas funciones se entienden y se manejan fácilmente. Se trata de un juego novedoso, atractivo y siempre dinámico. Como pocas disciplinas, el ajedrez
también conlleva valores éticos y morales.

En tanto réplica miniaturizada de la vida, enseña a respetar al adversario y a pensar antes de actuar.

El doctor Milan Vidmar ha dicho: "Me parece decisivamente importante experimentar la vida en miniatura a temprana edad.
Aquí, en el ajedrez, es posible experimentar y probar varias veces, mientras que en la vida real sólo se puede hacerlo una vez. En el ajedrez se aprende el valor pleno de la combatividad, la perseverancia, la diligencia, la precisión y el trabajo".
Más allá de la histórica experiencia de ser anfitriones de un Campeonato mundial, los niños mexicanos deben tener acceso al ajedrez como deporte, es decir, como una práctica que les permite desarrollar cualidades positivas de orden científico y deportivo. Como deporte el ajedrez debe ser visto, no como una simple competencia o como un espectáculo, sino como un inmejorable complemento de sus estudios. La práctica del ajedrez enseña a intuir las mejores cosas de la vida. La habilidad para llegar a un objetivo en situación antagónica implica un ejercicio intelectual superior, que requiere el cultivo y el perfeccionamiento integral de casi todas las facultades intelectuales. En la milenaria historia del ajedrez ha habido varios niños
prodigio. Uno de ellos fue el cubano José Raúl Capablanca, quien a los cuatro años aprendió el movimiento de las piezas viendo jugar a su padre.
Otro, Samuel Rechevsky, nacido en Polonia, quien llegó a Estados Unidos a los 9 años, donde realizó una serie de exhibiciones que causaron admiración y asombro. Otro fue Robert Fischer, quien a los trece años ganó el Torneo de Filadelfia y el campeonato juvenil de Estados Unidos, y a los catorce años se consagró como campeón del nacional abierto. Hoy destaca el noruego Magnus Carseln, quien a los trece años se convirtió en gran maestro y por su virtuosismo es calificado como el Mozart del tablero.
El ajedrez es un arte, un juego, un deporte y una ciencia, en suma, cultura.
La cultura, según el escritor mexicano Felipe Garrido, es todo aquello que nos confiere nombre y rostro, nos identifica, y una parte esencial, sustitutiva, de la cultura es la actividad artística. Así pues, más nos valdría capacitarnos no solamente para apreciar las artes como espectadores, sino para cultivarlas y disfrutarlas... Aspirar a una práctica del arte
cotidiana, amplia, abierta a todo el mundo, que ejerce la diversidad de
facultades y potencias que exige una disciplina artística y eduque nuestra
sensibilidad. No siempre es afortunado vincular y menos confundir cultura,
arte y deporte. Pero hay por lo menos un punto de vista desde el cual, me
parece, conviene contrastar estas actividades. Largo camino lleva de ventaja
la educación deportiva a la educación artística, y bien puede servirle de
modelo. Multitud de escuelas de todo nivel atienden con solicitud ejemplar,
y está bien que así sea, la ejercitación de los alumnos en una amplia
diversidad de deportes. Las muchachas y los muchachos desarrollan una
actividad física, aprenden a trabajar en equipo, a dominar y dosificar
impulsos agresivos, a ganar y perder, a sostener el espíritu de
competencia." Como se ve, esta reflexión es perfectamente aplicable a las
características lúdicas, artísticas, pedagógicas y deportivas del juego
ciencia.
El teórico Anthony Saidy ha dicho que "el ajedrez ocupa el reino de las
ideas y hace una llamada profunda a las más primitivas y elevadas
preocupaciones del hombre. El ajedrez es, entre otras cosas, un arte, y en
eso radica su más alta llamada. Los maestros de ajedrez son, por tanto,
artistas. El genio artístico es un tesoro inexplicado que roza a raros
individuos, enriqueciéndonos a los demás."
Por su parte, el maestro argentino Roberto Grau, en su Tratado general de
ajedrez, dice: "El ajedrez es un juego, en verdad, pero también es una
escuela de razonamiento. Si como juego merece ser difundido, se justifica
mucho más ampliamente como pretexto para que el hombre joven se habitúe a
razonar, a sacar conclusiones, a desconfiar del primer impulso, y,
especialmente, a sintetizar su labor mental para crear el saldo de la misma:
la respuesta justa. En esto, el ajedrez alecciona a la vez que entretiene."
También desarrolla la autoestima. La sicología dice que la autoestima es el
concepto que cada quien posee de sí, de sus capacidades y de su vida
personal. Tiene que ver con el amor propio, con la confianza y con el
respeto por sí mismo. Según el pedagogo español Joaquín Fernández Amigo, "la
autoestima se adquiere durante la infancia y la adolescencia, y el ajedrez
trabajado metódicamente puede contribuir a fomentar este valor." Y agrega
que, entre otros beneficios, "los niños ajedrecistas aprenden a ser
conscientes de las capacidades de cada uno, a aceptar la derrota ante un
contrario superior y a pensar con autonomía y criterio propio. Los valores
que interaccionan con la autoestima son: amistad, confianza, aprecio,
cooperación, creatividad, colaboración, etc."
Los niños que juegan ajedrez aprenden a manejar objetivamente tanto los
éxitos como los fracasos. No es fácil asimilar un fracaso, menos el éxito.
Según el pensador argentino José Ingenieros, "mirar de frente al éxito
equivale a asomarse a un precipicio: se retrocede a tiempo o se cae en él
para siempre. Es un abismo irresistible, como una boca juvenil que invita al
beso; pocos retroceden. Merecido o no, el éxito es el alcohol de los que
combaten. La primera vez embriaga; el espíritu se aviene a él
insensiblemente; después se convierte en imprescindible necesidad. Se siente
una indecisión extraña, un cosquilleo moral que deleita y molesta al mismo
tiempo..." El ajedrez enseña que tanto los fracasos como el éxito son parte
del juego.
Desde el punto de vista social e individual es importante experimentar
honradamente el fracaso. Según el filósofo Karl Jaspers, "es decisiva para
el hombre la forma en que experimenta el fracaso: el permanecerle oculto,
dominándole al cabo sólo de manera fáctica, o bien el poder verlo sin velos
y tenerlo presente como límite constante de la propia existencia, o bien el
echar mano a soluciones y una tranquilidad ilusorias, o bien el aceptarlo
honradamente en silencio ante lo indescifrable. La forma en que experimenta
su fracaso es lo que determina en qué acabará el hombre. En las situaciones
límite, o bien hace su aparición la nada, o bien se hace sensible lo que
realmente existe a pesar y por encima de todo evanescente ser mundanal.
Hasta la desesperación se convierte por obra de su efectividad, de su ser
posible en el mundo, en índice que señala más allá de éste."
El ajedrez es un pasatiempo intelectual en el que niños, jóvenes y adultos
se enfrentan con ideas y argumentos para demostrar superioridad. El escritor
y ajedrecista Juan José Arreola, en entrevista con Sergio Jaber, dijo: "El
ajedrez es una gran disciplina para los niños que van a ser luego
adolescentes y luego adultos, no tienen idea de cómo ayuda a los seres
humanos a desarrollar sus capacidades en la vida, en la vida real... Si un
niño aprende a jugar atentamente, no importa que no sea un campeón del
mundo, lo que importa es que sea un ser humano capaz de atención, capaz de
concentración en un momento de su vida, de sus circunstancias, de su
organización. Yo tengo para mí y lo vuelvo a decir y ojalá me escucharan,
que el ajedrez es la invención más bella, que va más allá de la capacidad
humana. Ni la matemática estelar me parece comparable con el ajedrez, porque
finalmente esta se puede someter a leyes y reglas. Con el ajedrez el hombre
sigue siendo libre para desarrollar todo lo que es su capacidad de acción,
de defensa, de ataque... El ajedrez es un duelo y la única cosa que vale en
la vida es el duelo, no el duelo de dolor, qué preciosa ambivalencia en el
término, sino el duelo de dos seres caballerosos que se enfrentan uno al
otro"

1 comentario:

Schereschevsky dijo...

GE NIAL !!!