lunes, 21 de enero de 2008

El beneficio de enseñar ajedrez en las escuelas



(Diario La Gaceta, de Tucumán)

Como arte, es un idioma con expresión clara, posee belleza en lo insólito, es preciso, armónico. Como deporte, la persona que lo juega mide sus esfuerzos, desarrolla la voluntad y es una prueba de comportamientos éticos. Como herramienta educativa es un espacio de creatividad y recreación que acompaña el proceso de aprendizaje, una aplicación de ejercicios de pensamiento lateral, lógico, matemático, visual, con verificaciones concretas; brinda una oportunidad al maestro para detectar indicios en los comportamientos de los alumnos. Estas son algunas de las definiciones sobre el llamado juego ciencia que surgieron en el seno del Congreso de la Federación Internacional de Ajedrez realizado en Mallorca, en España, en 2004.
El viernes falleció Bobby Fischer, uno de los grandes ajedrecistas del siglo XX. Para muchos fue un genio, para otros un gran jugador. Lo cierto es que sus comportamientos extravagantes y declaraciones desafiantes contribuyeron a despertar el interés por el ajedrez en los niños y en los jóvenes de Occidente. Ya desde décadas atrás, los soviéticos habían introducido el juego ciencia en las escuelas con excelentes resultados.
Las bondades que la práctica del ajedrez puede brindar al hombre no se limitan sólo al campo de la educación. En la vida cotidiana, el juego estimula la perseverancia en el abordaje de tareas y en la resolución de problemas; permite analizar las cuestiones desde diferentes puntos de vista, ya que ayuda al sujeto a situarse en la perspectiva del otro, a valorar con antelación las ventajas y los inconvenientes de una decisión y a planificar anticipadamente las respuestas a posibles situaciones. Desarrolla la capacidad de autonomía mediante la toma de decisiones, así como la autoestima y la superación, permitiendo valorar el propio progreso en el aprendizaje y adquirir un nivel adecuado de autoconfianza. Contribuye al análisis sistemático de los problemas utilizando procedimientos adecuados para obtener la información, seleccionarla, organizarla y utilizarla. Lleva a la persona a responsabilizarse de sus propios actos, porque le enseña a reconocer los aciertos y los errores cometidos, y a asumir las consecuencias positivas o negativas de las decisiones tomadas.
En 2005, un coordinador de Proyectos Educativos del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación dictó un curso de capacitación en Tucumán sobre “El ajedrez en la enseñanza de la matemática en EGB”. En esa oportunidad, señaló que el juego contribuye a mejorar la capacidad de abstracción, de concentración y de planificación compleja. Pero por sobre todas las cosas, predispone a una actitud positiva en la resolución de situaciones problemáticas complejas. Es muy eficaz porque permite al niño aprender jugando.
Varios colegios -la mayoría de la enseñanza privada- han incorporado la enseñanza del ajedrez en sus planes de estudios. En junio del año pasado, en el certamen “Santo Tomás de Aquino”, convocado por el colegio San Francisco, participaron 186 alumnos y en agosto fueron 166los que jugaron en una competencia intercolegial. En octubre, los chicos del colegio Herman Hollerith ocuparon el duodécimo lugar en el V Torneo Nacional de Ajedrez, realizado en el club Vélez Sarsfield, entre 254 instituciones escolares participantes.
Sería positivo que la enseñanza del ajedrez se ampliara a todas las escuelas y colegios tucumanos. El objetivo, por cierto, no es que surjan notables jugadores -no es excluyente-, sino ayudar a niños y a jóvenes a mejorar en el aprendizaje, a interpretar la realidad y a desarrollar un pensamiento propio.

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